El ajedrez y el boxeo no parecen hacer
buena pareja, pero tienen algo en común, dice el escritor de ajedrez y
comentarista de la BBC, David Edmonds.
Uno es un duelo caracterizado a menudo
por la crueldad, la rudeza y la violencia. Y el boxeo es, en gran parte, lo
mismo.
Ahora es más probable encontrarse al
excampeón mundial de peso pesado, Lennox Lewis, inclinado sobre el tablero de
ajedrez que en el ring de boxeo. Sin embargo, la sola idea de que los
boxeadores puedan jugar al ajedrez, y viceversa, sorprende a muchas personas
por incongruente.
El ajedrez, después de todo, es el
deporte cerebral por excelencia -el boxeo es el más descaradamente brutal. Cuando
sus adversarios en el ajedrez descubren que solía boxear, dice Lennox, están
convencidos de que van a arrasar con él. "Y cuando les gano, se molestan
mucho".
Él no es el único boxeador que juega al
ajedrez. Lewis defendió con éxito su título contra el ucraniano Vitali
Klitschko. Klitschko tiene un doctorado y ha entrado en la política ucraniana.
Al igual que su hermano, Wladimir, otro campeón de boxeo, Klitschko es un
entusiasta ajedrecista.
Lewis bromea diciendo que quiere un
promotor para organizar una partida de ajedrez entre él y su viejo rival
-aunque sea poco probable que cualquier encuentro de ajedrez replique la bolsa
multimillonaria que pelearon en 2003.
En el "chessboxing" los dos
combatientes van alternando rondas de ajedrez y boxeo, la victoria se puede
conseguir de varias maneras, pero más claramente por un jaque mate o un nocaut.
Después de tratar de golpearse y
atacarse en la cara y el cuerpo, los opositores se quitan los guantes y
continúan el duelo, sudando y jadeando, en las 64 casillas. Mientras tanto, el comentarista cambia de
forma surrealista de una actividad a la otra -"lo tiene contra las cuerdas
con algunos jabs y un gancho de derecha", y ahora "Re1, un movimiento
ingenioso que le permite centrar sus fuerzas rápidamente en el centro del
tablero". Ya se han llevado a cabo concursos de "chessboxing" en
Londres y Los Ángeles, Calcuta y Tokio.
Uno de los más perspicaces comentaristas
de ajedrez, el gran maestro Jonathan Rowson, dice que el boxeo es el deporte
que más se parece al ajedrez. "En parte es la pureza de la competición",
asegura. "No hay prácticamente nada que mediar en el combate uno a uno.
El boxeo tiene guantes, pero no hay
pelotas, no hay reglas del juego, no hay clubes o raquetas".
Luego está la brutalidad. En el boxeo es
transparente. En el ajedrez está sublimada, pero no es menos real.
"El impulso emocional detrás de
ajedrez y el dolor que inflige, es comparable -sólo que en forma
diferente", dice Rowson. En el ajedrez, los jugadores derrotados no tienen
nada de qué culparse más que la insuficiencia de su aparato mental
-deficiencias cognitivas con las que tienen que vivir todos los días. Como tal,
la derrota puede ser psicológicamente aplastante.
El campeón mundial ruso Garry Kasparov,
de forma contundente, describió al ajedrez como "el deporte más violento
que existe", con el objetivo descarado de "destruir el ego del
adversario". Es quizá una coincidencia que tanto el boxeo como el ajedrez
sean actividades abrumadoramente masculinas y que el feroz lenguaje utilizado
para describir al ajedrez sea igualmente apto para el boxeo. Los jugadores de
ajedrez hablan de "aplastar" y "destruir" y
"quebrar" a sus oponentes.
Lennox Lewis juega al ajedrez casi a
diario. Le da el crédito al juego de haberlo mantenido lejos de los problemas
durante su difícil infancia en el este de Londres. "Cuando alguien te
llama de alguna manera quieres golpearlo… pero el ajedrez te enseña a pensar en
la siguiente jugada".
También cree que le ayudó sobre el ring,
incluso en combates claves como su famosa pelea contra Mike Tyson. Tyson,
insiste, no era más que un peleador unidimensional, carente de un sentido
estratégico sofisticado. Como en el ajedrez, Lewis tenía un plan. Contra Tyson,
como en el tablero de ajedrez, Lewis apuntó a controlar el centro.
Las piezas de ajedrez parecen bastante
frágiles en las enormes manos del exboxeador, cuya figura de 1,95 metros fue
siempre una presencia intimidante para sus oponentes.
Cuestionado sobre el principal atractivo
del juego, el indiscutible campeón mundial de peso pesado de otra época recurre
a la metáfora del conflicto: "Me encanta la guerra mental".
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